martes, 31 de marzo de 2009


Aquella noche, me desperté a las tres de la mañana porque oí unos ruidos muy sospechosos. Me levanté y, llegué al salón de mi casa, vi que Carlos estaba allí.

Conversamos por toda madrugada. El día ya comenzaba a rayar y pedí que se quedara. Así, podríamos colocar la conversación en día; ya hacía algunos años que no nos veíamos. Él era importante para mí. Todo era como antes, todo era el mismo y, aun así, sorprendentemente nuevo.

La vida nos separó. Pero ahora eso cambiaría. Nada conseguiría separarnos otra vez. Sol, mañana, sabíamos que deberíamos volver para nuestras vidas. No queríamos separarnos. No queríamos que la magica de aquel momento acabara. De repente el teléfono comenzó a soñar. Desperté sudando frío.

Miré en vuelta: estaba sola. ¡Un sueño! El reloj cumplía su función e informaba que eran tres de la mañana.
¿Quién sería? Atendí del otro lado, una voz triste decía: - Discúlpame, aquí es la hermana de Carlos, sé que vosotros eran muy amigos.

No necesitó acabar de hablar, mientras yo dejaba caer el teléfono sobre la cama, las lágrimas brotaban y corrían por el rostro.

Yo ya sabía… Carlos se había muerto y vino a despedirse de mí aquella noche en un sueño. Desconecté el teléfono sin decir nada y susurré una plegaria…